El triunfo que agudizó la crisis entre el presidente Petro y la canciller Sarabia
La elección de Laura Gil como secretaria adjunta de la OEA agravó la estropeada relación del presidente y su antigua mano derecha.

El triunfo que agudizó la crisis entre el presidente Petro y la canciller Sarabia
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Gustavo Petro, presidente de Colombia y Laura Sarabia, canciller de Colombia. Foto: Colprensa.
La elección de Laura Gil, la embajadora de Colombia en Austria, como secretaria general adjunta de la OEA es, sin lugar a dudas, una victoria muy importante para el presidente Gustavo Petro.
Sin embargo la celebración dentro del gobierno ha agudizado las diferencias entre el Jefe de Estado y su ministra de relaciones exteriores Laura Sarabia, quien fuera hasta hace unos meses la mano derecha del mandatario.
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Esta diferencia viene percibiéndose en las sucesivas desautorizaciones del presidente a la canciller.
Cuando Sarabia felicitó al reelecto presidente de Ecuador, Daniel Novoa, el presidente respondió poniendo en duda la elección. Cuando ella citó a la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores para hablar de La Ruta de la Seda, una serie de acuerdos comerciales con China, Petro dijo que “Ahí citaron la Comisión Asesora. No, yo soy el jefe de las Relaciones Exteriores de Colombia, dice la Constitución. Vamos a hablar con Xi Jinping de tú a tú, no como arrodillados y pondremos problemas que hay vigentes”.
Las discrepancias entre el mandatario y la canciller, aparentemente aupadas por Armando Benedetti el cuestionado ministro del Interior, alcanzaron un nuevo punto crítico esta semana, paradójicamente como resultado del triunfo internacional del gobierno.
Personas allegadas al presidente Gustavo Petro aseguran que Laura Sarabia sólo apareció al final para tomarse la foto y atribuirse como suyo el triunfo de la elección de Laura Gil como secretaria general adjunta de la OEA.
En contraste, fuentes cercanas a la canciller Sarabia señalan que ella trabajó con discreción y tacto para hacer varios de los contactos que hicieron posible la elección de la embajadora Gil, pero que fue la primera en reconocer que la victoria es del presidente Gustavo Petro.
La verdad es que la elección de Laura Gil estaba enredada hasta el viernes por la noche y se hizo posible gracias a que el presidente Gustavo Petro tomó el teléfono durante el fin de semana e hizo varias llamadas a Jefes de Estado de la región para pedirles que votaran por ella.
Lo mismo hizo la vicepresidenta Francia Márquez quien se comunicó con presidentes y cancilleres de la comunidad del Caribe, Caricom, y les aseguró que la elección de Laura Gil era buena para ellos y para el recién elegido Secretario General, Albert Ramdin, canciller de Surinam y miembro del Partido Progresista de su país.
La crónica detrás de la elección es apasionante porque muestra como la venganza es el motor de la historia, en varios sentidos.
La idea inicial fue de Jorge Rojas, el fugaz director del Departamento Administrativo de la Presidencia, quien renunció a ese cargo una semana después de haberlo asumido y como consecuencia del primer consejo de ministros televisado y de la presencia de Armando Benedetti, presentado esa noche como jefe de gabinete.
Rojas, defensor de derechos humanos, le habló de su idea al exmagistrado Luis Ernesto Vargas, embajador de Colombia ante la OEA, y le dijo que esa candidatura podría ser impulsada por organizaciones defensoras de derechos humanos.
Vargas le explicó que solamente los estados miembros pueden proponer candidatos para ese cargo. Por lo cual era necesario que el gobierno de Colombia la propusiera. Para ese momento la única candidata era la del Perú, Ana María Sánchez.
En el seno de la OEA, Perú recientemente ha tenido un choque con Colombia por la nominación de un candidato a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH.
Colombia quiere que a la CIDH llegue una caracterizada defensora de Derechos Humanos y Perú, en cambio, está impulsando la reelección del exmagistrado colombiano Carlos Bernal Pulido, conocido por su línea conservadora y ultrareligiosa.
En ese contexto, Vargas trató de explicarle a la canciller Laura Sarabia la conveniencia de la elección de Laura Gil pero no encontró apoyo.
Después en una conversación personal con el presidente Gustavo Petro insistió y al mandatario le sonó la iniciativa.
Sin embargo pasaban las semanas cruciales para la elección y la candidatura de Laura Gil se veía enredada. No solamente por la falta de acción de la canciller Laura Sarabia y el vicecministro de asuntos multilaterales Mauricio Jaramillo, sino porque apareció una tercera candidata nominada por Guatemala, la embajadora Claudia Escobar.
El único funcionario de la Cancillería que hacía esfuerzos por lograr apoyo a la candidatura era el vicecanciler Daniel Ávila, pero esta es una campaña que exige la participación de cancilleres y presidentes.
Y desde luego el embajador Luis Ernesto Vargas, que mantenía viva la aspiración de Laura Gil ante sus colegas en la OEA que son finalmente quienes expresan la decisión de sus gobiernos.
Por cierto, a Daniel Ávila, de la confianza de la caciller Sarabia, lo sacaron de la Cancillería y le impusieron en el cargo a la doctora Yolanda Villavicencio, quien manejará grandes recursos y podría terminar siendo el poder real de la Cancillería.
Como les contaba todo parecía perdido el viernes pasado, pero en una maratónica jornada telefónica de fin de semana, el presidente Petro y la vicepresidente Márquez lograron los votos.
El lunes, Laura Gil fue elegida como secretaria general adjunta en segunda vuelta.
A la jornada de elección y coronación llegó la canciller Laura Sarabia, se tomó la foto que salió en los periódicos y desató la ira del círculo más cercano del presidente Petro, fogoneado por Armando Benedetti.
La más reciente conversación entre el presidente y la canciller ocurrió hace dos días. Solo ellos saben los términos en que se desarrolló pero allegados a uno y otra, están de acuerdo en que las relaciones no pasan por su mejor momento.
La canciller cumplió ayer 100 días en el cargo. Pocos apuestan a que, en este ambiente, pueda llegar a los 200.
Armando Benedetti quiere acabarla antes de la nueva declaración de Laura Sarabia en la Fiscalía, donde hablará de los presuntos delitos de enriquecimiento ilícito de su antiguo jefe, hoy ministro del interior y verdugo suyo.
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