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“No es reconocida nuestra trayectoria”: diplomática sobre eliminación de requisitos para embajadores

Mónica Beltrán, quien se encuentra parcialmente retirada del servicio de ministra plenipotenciaria, habló en La W sobre la posibilidad de que se modifiquen las condiciones para nombrar embajadores.

“No es reconocida nuestra trayectoria”: diplomática sobre eliminación de requisitos para embajadores

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11:05

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Imagen de referencia de servicio diplomático de Colombia.

En diálogo con La W, Mónica Beltrán Espitia, quien es ministra plenipotenciaria de carrera diplomática y consular –actualmente en disponibilidad–, se pronunció acerca de la orden dada por el presidente Gustavo Petro a la canciller Laura Sarabia de “quitar todos los requisitos” para ser embajador de Colombia en el extranjero.

Esta decisión, según el mandatario, busca democratizar la diplomacia y ejercer plenamente su derecho de dirigir las relaciones internacionales del país. En respuesta, Beltrán escribió una carta al presidente Petro en la que explica por qué rechaza esta decisión.

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Beltrán aclaró que esta carta no es suscrita a nivel oficial, pues “nada de lo que yo diga representa a la Cancillería ni al Estado”, sino que habla “desde un lugar de profundo respeto por la dignidad del presidente, pero también de la carrera”.

“¿Por qué lo digo? Tuve el honor de ser la jefe de misión aquí en Canadá, como muchos de mis colegas que hoy en día son embajadores, y la mayoría venimos de familias corrientes. Muchos no tenemos padrinazgos políticos ni el respaldo de un apellido ‘ilustre’. Mi intención era mostrarle al presidente que nuestras historias no son distintas que las de las personas que él trata de promover en cargos diplomáticos”, explicó.

De esa manera, la funcionaria consideró que “desconocer los caminos que hemos recorrido como profesionales desde y a través de nuestras familias es doloroso. Muchos colegas sentimos que no somos vistos, que no es reconocida esa trayectoria, el esfuerzo de nuestras familias y nuestras historias personales y profesionales”.

Además, la diplomática reconoció que la carrera está diseñada “para que ingrese cualquier colombiano que cumpla los requisitos de idoneidad académica”.

“De hecho, desde hace varios años la administración amplió la convocatoria regional y no solo eso: hoy en día los estudiantes reciben una compensación mensual, cuando yo estudié en la academia no recibíamos nada y la dedicación a este estudio es de tiempo completo”, indicó.

“La verdadera inclusión para la diplomacia en Colombia es abrir los cupos y permitirles la entrada a más jóvenes, no para que salten toda la carrera y de un día para otro se conviertan en embajadores (sino porque) pueden tener una carrera estable, aprender a representar al país, tener historias como la mía y la de todos los diplomáticos de carrera hoy en día. Que quien tenga la idoneidad académica pueda ingresar, sin importar su origen étnico, su género o su procedencia socioeconómica”, reflexionó.

¿Cómo se ingresa a la carrera diplomática en Colombia?

Mónica Beltrán Espitia, quien ingresó al curso de formación diplomática en 1997 y lleva más de dos décadas al servicio de la Cancillería, habló sobre el proceso y los requisitos exigidos para ingresar a la carrera.

“Es un concurso público de méritos, una convocatoria abierta que se hace cada año a través de una resolución firmada por el ministro de Relaciones Exteriores. Se convoca a estudiantes de todo el país para que presenten exámenes académicos y pruebas psicológicas. Las personas que pasen este proceso ingresan a hacer un curso de un año en la academia diplomática”, contó.

La funcionaria agregó que el número de cupos para estudiantes lo decide cada año la Cancillería: “Siempre ingresan más estudiantes que el número mínimo de cupos, por supuesto”.

“Al final del año, las personas que ocupen los primeros puestos por excelencia académica son quienes ingresamos al año de periodo de prueba en la Cancillería. Surtido ese tercer paso, que es pasar la evaluación de desempeño, somos inscritos oficialmente como terceros secretarios”, relató.

Escuche esta entrevista en La W:

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La carta de Mónica Beltrán al presidente Gustavo Petro

No, presidente Petro, no se equivoque. Ser hija de un obrero no otorga, por sí solo, el mérito para ser embajadora, del mismo modo que tampoco lo otorga ser hijo de un político o de un industrial. El mérito lo tiene la persona, y ese mérito se cultiva, se construye y se gana; no se hereda.

Usted, presidente, no es distinto a Iván Duque, Andrés Pastrana o los demás expresidentes: todos han despreciado a la Carrera Diplomática cuando les incomoda para nombrar a sus allegados, pero no dudan en utilizarla cuando necesitan que esos mismos diplomáticos les hagan el trabajo a las personas que ustedes nombran y que desconocen el oficio.

Y no se equivoque otra vez: la Carrera no es “blanca”. Muy pocos de sus miembros son descendientes directos de europeos, ni llevan apellidos como “Petro” o “Benedetti”, de evidente origen italiano. La Carrera es diversa, y su verdadero valor está en el conocimiento, el servicio y la experiencia, no en el origen social ni en la cercanía al poder.

Si la Carrera Diplomática no es más diversa étnicamente, la responsabilidad no recae en las y los diplomáticos de carrera. Esa es una deuda histórica de su gobierno y de todos los anteriores, que no han hecho lo suficiente para ampliar la base de acceso ni para diversificarla regionalmente. La responsabilidad recae en sus cancilleres y en quienes los precedieron, no en quienes hemos ingresado por concurso público abierto, compitiendo con transparencia y mérito.

Ahora bien, ¿afirmar que todos los diplomáticos de carrera son excelentes? Por supuesto que no. Como en cualquier cuerpo profesional, hay personas que no están a la altura del honor que representa servir al Estado colombiano. Pero son la excepción, no la regla. Y si algo habría que revisar en los requisitos para ser Embajador(a) de Colombia, no es para flexibilizarlos, sino para hacerlos aún más estrictos.

Representar al país no es un derecho automático para nadie, ni siquiera para quienes pertenecemos a la Carrera, y mucho menos para quienes son nombrados por motivos políticos. Es un privilegio. Un honor que debería reservarse a quienes sirvan a Colombia con dignidad, competencia y profundo respeto por sus instituciones.

Ser embajador no debe ser una gracia presidencial ni una recompensa familiar o política. Debe ser el resultado de décadas de servicio al Estado de personas que han recorrido el camino difícil visitando con constancia y usando incluso sus propios recursos para llevar elementos de aseo y hasta alimentos a detenidos colombianos en el exterior; organizando jornadas consulares en fines de semana interminables enfrentando los retos del sistema de pasaportes; diseñando y ejecutando, muchas veces complementando con aportes propios, iniciativas para las comunidades en el exterior. Debe ser un honor para quienes han invertido, incluso endeudándose, en estudiar más, aprender más idiomas, formarse más, con la única finalidad de servir mejor al país, no al gobierno de turno.

Ahora bien, no todos los nombramientos políticos son malos. De hecho, la mayoría son personas íntegras y bien intencionadas. El problema no es su calidad humana: el problema es que no conocen el trabajo. No saben qué es una Nota Verbal, ni cómo se redacta, ni por qué importa. No conocen las formas diplomáticas, ni entienden que no se negocia igual que en el sector privado y muchos se frustran con las restricciones legales que regulan el gasto público. En resumen, aunque tengan las mejores intenciones y sean personas decentes y respetables, no son idóneos para el cargo porque no tienen la formación para ello.

Usted, presidente, y sus antecesores, desconocen el enorme costo en recursos públicos que implican las largas curvas de aprendizaje que sus nombrados deben recorrer. Tampoco saben cuántos errores evitamos las y los diplomáticos de carrera, normalmente en silencio y a menudo ganándonos la antipatía de nuestros jefes, simplemente para proteger la institucionalidad y la dignidad del país.

Reducir los requisitos para ser embajador no solo constituye una falta aún mayor de respeto hacia quienes hemos ingresado y ascendido mediante concursos públicos, evaluaciones anuales, cursos rigurosos y exámenes de ascenso. Significa además abrir más la puerta para que el próximo gobierno, tal como usted pretende hacerlo en lo que queda del suyo, nombre a más de sus amigos, premiando vínculos políticos en lugar de capacidades profesionales. Usted, presidente, está haciéndole el favor más grande a todos los Presidentes que lo precedieron: concretar el deterioro del servicio exterior, la crisis de su profesionalización y de su especialización. Está mancillando un régimen construido con esfuerzo por hijas e hijos de obreros, de contadoras, de campesinos, de bachilleres, de economistas, de ingenieras y de suboficiales; por personas que se han formado con sacrificios para representar con dignidad a Colombia.

¿Sabe usted, presidente, cuántos de nosotros venimos de universidades públicas? ¿Cuántos terminamos nuestros estudios gracias a becas de excelencia académica o a créditos del ICETEX? ¿Sabe usted que el 100 % de los diplomáticos de carrera somos, al menos, bilingües y que casi todos somos políglotas? ¿Que la inmensa mayoría tenemos una o varias maestrías? No somos una élite privilegiada; somos colombianos y colombianas que nos hemos esforzado para servir al país con preparación, sacrificio y compromiso.

Por eso, presidente, lo que pedimos no es un favor: es respeto. Respeto por una institución que ha sido construida con años de servicio silencioso, lejos de casa y de nuestras familias. Respeto por una vocación que no busca aplausos ni cámaras, sino resultados para Colombia. Respeto por quienes hemos entregado nuestra vida profesional a defender los intereses del país en los lugares más complejos del mundo. Porque, dicho sea de paso, los destinos difíciles están cubiertos por las y los diplomáticos de carrera, y lo hemos hecho con entrega y compromiso; y bien sea en Viena o en Machiques, en Beirut, en Barinas o en París, nuestra visión es el Estado y las y los colombianos en el exterior.

Fíjese, Presidente, usted va por el mismo camino que recorrieron esos gobiernos que usted, con tanta razón, critica por su falta de respeto y dignidad hacia el servicio público. Está repitiendo la historia que prometió cambiar, y en el proceso, está ignorando y desvalorizando a cientos de servidores y servidoras que hemos dedicado nuestras vidas, profesional y personalmente, al Estado colombiano.

Dice defender la inclusión, pero su postura, lejos de reparar desigualdades, está atropellando los sueños, el esfuerzo y los sacrificios de quienes, sin padrinos ni apellidos ilustres, hemos construido nuestras carreras paso a paso, sin más respaldo que nuestro mérito y nuestras familias. Usted, presidente, no es distinto a los demás: ha caído en el mismo desprecio por la institucionalidad, en la misma lógica clientelista, en el mismo daño profundo a un servicio exterior que merece ser fortalecido, no destruido.

Y esto se lo escribe alguien que, sí, viene por un lado de una rama familiar más acomodada, pero que, por otro, es orgullosamente nieta de una mujer humilde: una señora de los tintos en la Caja Agraria. Mi abuelita, de origen campesino, no tuvo diplomas ni títulos, pero tuvo algo que usted hoy desprecia: dignidad, esfuerzo y un amor inmenso por su familia. Con su trabajo silencioso y sus sacrificios enormes, sirviendo café y lavando grecas mientras otros tomaban decisiones, logró lo que parecía imposible: que sus hijos estudiaran, que soñaran con un futuro mejor. Mis primos y yo somos parte de ese sueño. Mis colegas de la Carrera Diplomática son la concreción de todos esos sueños de sus madres y abuelos; sueños y logros que hoy, usted, presidente Gustavo Petro, decidió pisotear.

Mónica Beltrán Espitia

Ministra Plenipotenciaria de Carrera Diplomática y Consular

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