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Al Oído: Petro, el presidente sin entrada que nos deja sin credibilidad

Cuando la diplomacia se reemplaza por provocación, lo que se clausura no es un visado, es la confianza.

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03:13

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Presidente Gustavo Petro. Foto: (Colprensa - Cristian Bayona).

Hoy estamos Al Oído de un terremoto diplomático que Colombia no puede pasar por alto: la cancelación de la visa del presidente Gustavo Petro por parte de Estados Unidos.

No es un trámite cualquiera ni una anécdota de viaje; es un mensaje político de un aliado. Un mandatario no puede, en territorio ajeno, exhortar a soldados de ese país a desconocer órdenes. Eso cruza una línea. No discuto ideas: hablo de reglas. El derecho internacional se funda en el principio de no intervención y en el respeto a la soberanía. Cuando se quiebran esos bordes, lo que se erosiona no es una postura ideológica: es la credibilidad del cargo que el presidente ostenta.

Mientras tanto, en casa, la realidad aprieta: homicidios al alza en varias regiones, expansión de estructuras criminales, miedo en los municipios. En lugar de administrar soluciones, el jefe de Estado eligió un megáfono fuera del país. Gobernar no es amplificar el ruido; es bajar el ruido y subir la seguridad. Es presencia del Estado, resultados y serenidad en la conducción.

La revocatoria de la visa no solo es un golpe simbólico: es un campanazo que pone a prueba la credibilidad de Colombia en el escenario internacional. Porque cuando un presidente pierde ese acceso, no es él quien viaja menos, es el país el que queda con menos canales, menos confianza y menos capacidad de incidencia. La diplomacia se alimenta de confianza, y recuperarla no será sencillo. Cada gesto irresponsable tiene un costo, y en este caso, el costo lo terminamos pagando todos los colombianos en materia de relaciones, cooperación y reputación global.

Y hay un contraste que pesa. Con Trump y con Estados Unidos, el tono fue desafiante; con Maduro y la devastación de libertades en Venezuela, el volumen baja. Es como llorar con un solo ojo: severidad para el adversario útil, indulgencia para el vecino incómodo. Esa asimetría vacía de contenido cualquier discurso de dignidad y nos resta seriedad en el tablero internacional.

Cierro con la política que no para. Gustavo Bolívar lanzó un mensaje corto y directo a los suyos: interpeló a su orilla, preguntó qué izquierda quieren representar y advirtió que la tibieza es derrota. Rechazó el método de las imposiciones y, con respeto por las convicciones de cada quien, invitó a votar por Iván Cepeda. Se puede compartir o no su tesis, pero allí hubo algo escaso en estos tiempos: coherencia. Menos cálculo, más línea. Menos ego, más proyecto.

Estamos Al Oído de una evidencia: necesita un presidente que ponga primero el interés nacional, y una política que recupere la palabra seriedad. La salida es democrática: con ideas, con votos y con instituciones firmes. Menos tarima, más Estado; menos grito, más diplomacia; menos vanidad, más Colombia.

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