
Este esfuerzo itinerante reúne proyectos, exposiciones y publicaciones que documentan la historia y las luchas de la comunidad LGBTIQ+ en el país.| Foto: Museo Q - @museoq
Museo Q: el archivo vivo que guarda la memoria LGBTIQ+ en Colombia
Con proyectos temporales y una red de artistas y activistas, el Museo Q cumple una década apoyándose en el arte como plataforma de reconocimiento y resistencia para la población LGBTIQ+.
Por: Midzu Loraine González Becerra
Hace diez años, hablar de relatos LGBTIQ+ en Colombia era casi imposible. La historia de esta población, sus luchas y expresiones artísticas quedaban por fuera de los archivos oficiales y de los grandes museos, dejando su historia en el olvido.
Esa falta de reconocimiento fue el punto de partida para el grupo de activistas detrás del Museo Q, un espacio de visibilidad y encuentro que se apalanca en el arte como ruta de sanación y resistencia.
El proyecto nació de la experiencia de egresados de colectivos universitarios, quienes, al concluir su vida académica, quisieron prolongar los procesos de activismo y defensa de derechos de su comunidad en otros escenarios.
La propuesta se basa en diseñar espacios en donde el arte pueda funcionar como archivo vivo, capaz de recoger testimonios y al mismo tiempo, crear nuevas formas de narrar lo queer en el país. “Queríamos abrir escenarios donde se manifestara una manera de entender el mundo desde la marginalidad sexual”, recuerda Luis Carlos Manjarrés, integrante del museo.
A diferencia de la mayoría de instituciones culturales, el Museo Q no tiene sede fija; se define como una plataforma cultural itinerante que trabaja por proyectos. Sus actividades van desde exposiciones, charlas y proyecciones de cine hasta performances y fiestas, siempre con un propósito: rescatar historias y promover reflexiones críticas sobre las realidades que enfrenta la población LGBTIQ+.
La iniciativa también ha servido como punto de encuentro intergeneracional, al vincular tanto a artistas emergentes como a activistas con trayectorias más largas. “El Museo no pretende definir qué es el arte queer, sino ofrecer un espacio participativo para el rescate y la producción de la memoria de una población históricamente discriminada”, explica Manjarrés.
Uno de los hitos más recientes fue el lanzamiento de la revista Anales del Museo Q, en 2024. El primer número reunió artículos sobre poesía lésbica, la cultura Vogue en Colombia, experiencias trans en las cárceles e invisibilidad de artistas trans. Este trabajo se realizó en conjunto con Casa Futura y, como cuenta Mario Henao, miembro fundador, “nos permitió generar diálogos y reflexiones sobre la cultura queer en Colombia”.

La revista contó con variedad de voces como la de Diana García, exponente del arte queer; y Flora Rodríguez especialista en estudios transgenero. | Foto: Museo Q - @museoq
Más allá de las publicaciones, también ha incidido en espacios institucionales. En 2018, el Museo fue invitado a participar en la programación del Museo Nacional de Colombia, donde hizo parte de la sala “Tejido Social, Voces y Confrontaciones”. Allí se incorporaron por primera vez en esa institución testimonios, archivos y objetos vinculados a las disidencias sexuales y de género en el país.
Este acontecimiento logró un avance significativo para la población LGBTIQ+ al formar parte del discurso oficial de la historia nacional, marcando un precedente en la manera en que los museos del Estado narran la diversidad.
La estrategia también ha buscado tejer puentes internacionales. Este año, por ejemplo, organizó la visita de la travesti peruana Gad Yola, reconocida por sus performances y activismo, a través de un show en Bogotá y de actividades de difusión de la revista.
Estos intercambios, además de fortalecer la circulación cultural, conectan el relato local con expresiones regionales y globales, consolidando este espacio como un referente para el diálogo transnacional en torno al arte y la diversidad sexual.
Sin embargo, la propuesta enfrenta grandes retos. La ausencia de una sede física y de financiación permanente limita la continuidad de sus actividades y su alcance territorial.
El Museo depende de la voluntad y disponibilidad de sus integrantes, lo que hace que muchos proyectos solo se concreten cuando hay convocatorias abiertas o apoyos externos. “Un desafío importante es ampliar el equipo y encontrar la manera de llegar a territorios fuera de Bogotá”, reconoce Manjarrés.
Aun así, han logrado posicionar debates sobre arte y disidencia sexual, ofrecer una plataforma de visibilidad a artistas que no tenían otros espacios y contribuir a que el legado LGBTIQ+ ocupe un lugar en la historia cultural de Colombia.
Sus actividades han mostrado, además, que más allá de ser una expresión estética, el arte es un recurso terapéutico y político. “Quizás desde adentro no somos del todo conscientes, pero creo que sí hemos tenido un impacto en la visibilidad de la población. El Museo se ha convertido en una plataforma para que artistas queer encuentren un lugar donde expresarse”, afirma Manjarrés.
El futuro de esta propuesta cultural está marcado por el deseo de expansión. Sus integrantes sueñan con aumentar la presencia en redes sociales, y, sobre todo, extender su alcance a más regiones del país. “Buscamos generar intercambios en donde todxs estén invitadxs para continuar los diálogos que nos hacen cuestionarnos y ampliar la historia”, concluye Henao.
En estos diez años, el Museo Q ha mostrado que es posible construir un espacio de memoria y de producción cultural que incida en la discusión pública sobre arte y diversidad en Colombia. Sus logros y limitaciones reflejan tanto las posibilidades como las tensiones de los proyectos culturales independientes en el país, y ponen sobre la mesa el debate sobre cómo sostener, ampliar y reconocer estas iniciativas en el tiempo.




