
Este proyecto une tradición artesanal y prácticas de upcycling para generar empleo y oportunidades en Bogotá. | Foto: TRANS @_trans_forma
TRANS: moda circular y justicia social en Bogotá
Esta marca, impulsada por madres, recicladores, trabajadoras sexuales y personas LGBTIQ+, convierte ropa usada en prendas únicas y promueve la inclusión en la industria de la moda colombiana.
Por: Midzu Loraine González Becerra
Durante años, la industria textil en el país ha reproducido un modelo de producción que genera altos niveles de contaminación y deja poco espacio para la representación de comunidades diversas. El mercado está dominado por cadenas que producen en serie y por un modelo de consumo que invita a comprar, usar y desechar.
En ese contexto surge TRANS, en 2019, una iniciativa que decide darle un sentido distinto a la moda. Más allá de un ejercicio estético, la reconoce como un medio para recuperar saberes, generar empleo digno y cuestionar los privilegios de un sector exclusivo.
La propuesta nació de la experiencia personal de María Kamila Pérez diseñadora de modas y CEO de la marca. Inspirada por su madre diseñadora y su abuela costurera, empezó a experimentar con telas, y lo que inició como una práctica individual se convirtió en un espacio colectivo de costura. “Transformar la ropa fue reconciliarme con mi historia, pero también abrir un lugar para que otras personas pudieran sanar y crear”, explica.
Hoy, el taller de la iniciativa es un punto de encuentro donde llega ropa usada y excedentes de fábricas que parecen inservibles. El equipo la desarma, clasifica y combina en nuevas formas. “La sociedad está acostumbrada a pensar que, si una prenda tiene un daño, ya no sirve”, dice Felipe Monroy, líder de producción. “Nosotros aprendemos a ver su potencial. Darle un nuevo ciclo es muy gratificante, porque demuestra que todo puede transformarse”.

TRANS trabaja bajo el principio de que cada prenda puede cuestionar privilegios históricos y ser un medio de expresión poderoso. | Foto: TRANS @_trans_forma
A pesar de encontrar en el upcycling su metodología principal, esta marca no se distingue únicamente por sus materiales, sino por la comunidad que lo hace posible.
“Tomé la decisión de que las personas que trabajan con TRANS sean mujeres, personas de la comunidad LGBTIQ+, recicladores y trabajadoras sexuales porque históricamente estos grupos han sido marginados y precarizados en el mercado laboral. Para mí era fundamental que el proyecto no solo hablara de sostenibilidad ambiental, sino también de justicia social”, explica Kamila.
En la práctica, esto se traduce en una red diversa de oficios. Las madres cabeza de familia participan en la confección, costura, bordado y producción de las prendas. Los recicladores proveen materiales y textiles en desuso. Las personas LGBTIQ+ aportan en diseño, performance, comunicación y procesos creativos. Y las trabajadoras sexuales tienen un papel en pasarelas y procesos de visibilización.
Ese enfoque, permite que la iniciativa no se limite a renovar prendas, sino a abrir un espacio de dignidad. “La moda no es solo ropa: es un modo de vida con el que cada quien decide vivir, relacionarse y proyectarse al mundo”, añade Kamila.
Esto se evidencia en sus pasarelas, que, en lugar de realizarse en grandes escenarios, se realizan en calles y barrios donde la comunidad es protagonista. Allí, trabajadoras sexuales desfilan junto a otros participantes. El objetivo del proyecto es sacar la moda de los espacios exclusivos y devolverla a quienes la habitan cotidianamente.

Cada pasarela se convierte en un acto político que invita a invita a reflexionar sobre consumo, inclusión y creatividad. | TRANS @_trans_forma
El impacto se refleja en varias dimensiones. Ambientalmente, evita que toneladas de ropa terminen como desecho. En lo social, genera empleos y redes de apoyo. Y en lo cultural, abre conversaciones sobre diversidad y consumo responsable. “La moda es una postura política”, insiste Monroy. “Si logramos cambiar esa lógica de consumo, podemos también cambiar la manera en que pensamos como sociedad”.
No obstante, el camino no ha sido sencillo. La falta de financiación constante y de reconocimiento institucional limita su alcance. Además, el público no siempre comprende el valor del upcycling. “El reto ha sido que la gente entienda que transformar prendas implica un trabajo complejo, no es lo mismo que producir en serie”, explica Pérez. Pese a ello, se sostiene con autogestión, coherencia y redes solidarias.
Lejos de pasarelas elitistas y grandes marcas, TRANS sigue abriéndose paso en la moda colombiana desde un lugar cercano y cotidiano, que cuestiona, resiste y transforma no solo las prendas, sino la manera en que entendemos y habitamos el mundo.



